El desafío de encarar el rediseño de un periódico para el siglo XXI

Buscando información sobre esta temática, me encontré con un genial artículo en inglés que plantea de manera muy clara los desafíos que los periódicos hallan al momento de verse cara a cara con la necesidad de modernizar su propuesta para los tiempos que corren, relatado a través del trabajo de rediseño que sufrió The Guardian a principios de la década pasada. Me tomé el trabajo de traducirlo para dejarlo aquí publicado.

Nota de quién publica hoy en el Tipoblog: Antes de dejarlos con la traducción propiamente dicha del texto que he elegido para compartir, quería aprovechar este espacio para hacer una pequeña reflexión sobre lo que implica un diario, su identidad, y el rol que juega en una sociedad quizás cada vez más convulsionada.

El periódico sigue jugando un rol primordial en la formación de las ideas de los ciudadanos, el tan famoso “cuarto poder”, y aunque quizás este “poder” se haya visto disminuído en estas épocas de redes sociales, medios-que-no-son-medios, y ventas de material impreso en franco descenso, no es de subestimar la influencia que tienen sobre todos nosotros estas construcciones de celulosa y tinta que cada día inundan los puestos de diarios.

Por citar una metáfora de cierto compositor Argentino, “cada vez que el canillita trae noticias del final parece asegurar que solo por amor nadie vende diarios”. Y esta es una realidad que el texto que elegí traducir niega un poco, arrojando cierto romanticismo sobre la cuestión, con una épica quizás un poco absurda, pero que no hay que dejar de tener presente en ningún momento: Nadie vende diarios solo por amor, y nunca hay que dejar de tener presentes los intereses en juego detrás de cada edición que sale a la calle.

No es menor el énfasis en que se le suele dar a la forma en la cuál los periódicos nos hablan, y nos comunican. Es deber de cualquier ciudadano, y más nuestro como diseñadores, el poner permanentemente en cuestionamiento esto, el utilizar todo nuestro pensamiento crítico, y el ser conscientes que, detrás de cada palabra que se dice, hay una bajada de linea, sea del color político que sea, sea de la ideología que sea, intentando formar nuestra opinión, y torcer nuestra forma de pensar y de actuar, para un lado o para otro.

Dicho esto, los dejo con este texto, que me pareció sumamente interesante… Quizás algo edulcorado, pero no por eso pierde valor lo que dice, y es una mirada interesante y cercana a la gigantesca tarea que supuso rediseñar desde cero uno de los diarios más importantes del mundo, como lo es The Guardian.

¡Disfruten!


Cuando The Independent lanzó su nueva versión en formato tabloide el 30 de Septiembre de 2003, el equipo creativo de The Guardian, reconocido por su fuerte ética de diseño y su enfoque innovador, se vió en shock. Los planes para su propio relanzamiento ya estaban bastante avanzados, y estas no eran buenas noticias.

“Siempre fuimos el periódico británico que se tomó más en serio el diseño”, dice Mark Porter, el director creativo de The Guardian. “Siempre tuvimos una reputación por ello, y supongo que siempre nos gustó pensar que éramos el periódico británico más innovador”. Pero no fue necesario mucho tiempo para que The Guardian recobrara sus laureles.

Nota paralela, la app para iPhone de The Guardian rápidamente se convirtió en la número 1 en ventas en la categoría paga de noticias en Reino Unido, Canadá y Australia, y en la número 2 en Estados Unidos.

En el plazo de dos años, The Guardian estaba nuevamente en la cima, con un nuevo diseño y formato, sin mencionar los numerosos premios y menciones, incluyendo un Black Pencil en los premios D&AD 2006, y una nominación al premio “Diseñador del año” del Design Museum.

Todo empezó en el verano del 2003, al cobrar dimensión de que el tradicional gran formato del periódico ya no era conveniente para la vida moderna. El último rediseño del diario había sido hecho en 1998 por David Hillman y, si bien el mismo seguía siendo brillante, era evidente que ya no funcionaba para nada bien en el siglo 21.

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“Lo que Hillman aportó fue un principio sobre como ordenar la información, que realmente cambió el aspecto del periódico, pero no cuestionó en verdad ninguno de los preceptos básicos del periodismo”, señala Porter.

Para cuándo Alan Rusbridger, editor de The Guardian, regresó de sus vacaciones de verano en 2003, cambiar el formato del periódico ya no era simplemente una posibilidad, era una necesidad. “Observamos todos los formatos posibles y, ya en ese entonces, nos interesamos por el berlinés”, recuerda Porter, quien inclusive ya había empezado a hacer algo de trabajo especulativo en torno a la idea de convertir el diseño existente a dicho formato. No obstante, a sabiendas que no había forma de imprimir estos tamaños en las prensas existentes, todo esto no era más un trabajo de experimentación conceptual, aún lejos de transformarse una posibilidad real. “Entonces, de manera shockeante para nosotros, ese otoño The Independent lanzó su versión tabloide. Nosotros ya habíamos empezado a pensar en un cambio de formato, por lo que ver a alguien más hacerlo nos resultó algo impactante”.

No pasó mucho tiempo antes que Times siguiera este camino, y pronto ambos títulos estaban publicando dualmente – produciendo simultáneamente versiones de gran formato y tabloide, basados en la (no necesariamente cierta) idea de que los lectores estaban obteniendo el mismo periódico, independientemente de su elección de formato. Sin los medios para permitirse el lujo de publicar dualmente, Porter supo que la única forma de ponerse al día era que The Guardian cambiara también al formato tabloide.

Mientras la presión para seguir a la masa incrementaba, él dedicó los siguientes tres meses a experimentar con el formato tabloide para The Guardian, pero fue evidente rápidamente que no era posible convertir un periódico de gran formato a uno tabloide sin cambiar radicalmente tanto la forma de hacer periodismo como el diseño. “La idea de que era posible fue absurda”, dice. “No iba a ser un camino sencillo y el editor, en particular, estaba muy preocupado pensando que, si íbamos por esa ruta, nos íbamos a ver forzados, aún aunque no lo quisiéramos, a cambiar la forma en que hacíamos periodismo y presentábamos las historias”.

También existía una serie de problemas técnicos con el formato tabloide. Por ejemplo, los suplementos de tercera sección de The Guardian ya se imprimían en este formato, y mantener la estructura existente hubiese implicado producir un diario excesivamente pesado de más de 200 páginas, cuatro días a la semana. Y sumado a todo esto, estaba la publicidad: el cambio de tamaño de página y de proporción era muy difícil de ecualizar a la hora de diseñar.

No obstante, todo este tiempo no se perdió. Investigar el cambio al formato tabloide ayudó a Porter a entender mejor que era lo que no quería diseñar, y a desarrollar la filosofía para el eventual formato berlinés.

“Parte del rediseño de un diario es gráfica – tipografía, colores, grillas – pero una larga parte es el periodismo, entender como usar la tipografía y las infografías, como usar los layouts para contar historias, trabajar con editores acerca del largo de los artículos, y más”, dice.

“La decisión de The Independent y Times de trasladarse al formato tabloide fue obviamente un catalizador que nos hizo revisar nuestros planes, y consideramos un cambio a ese formato, pero realmente no sentimos que le hiciera justicia a The Guardian” dice Rusbridger.

El equipo repentinamente se encontró frente a dos situaciones apremiantes distintas. “Una era adaptarse a lo que estaba sucediendo en el mercado; adaptarse a los hábitos de lectura de la gente, y todo eso apuntaba a reducir el tamaño del periódico y adoptar un nuevo formato”

Pero también teníamos un fuerte sentido de nosotros mismos, de que tipo de periódico queríamos ser, y no queríamos que estas presiones comerciales nos impidieran hacer el periodismo que queríamos hacer”.

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Este deseo de mantenerse fieles a sus principios puede rastrearse hasta los orígenes de The Guardian. El periódico es propiedad del fondo Scott, que fue establecido en 1932 por las mismas familias que iniciaron la publicación en 1821.

El objetivo principal del fondo es “asegurar la independencia financiera y editorial de The Guardian a perpetuidad: como un periódico nacional de calidad sin afiliación partidaria; manteniéndose fiel a la tradición liberal; como una empresa con fines de lucro manejada de manera eficiente y rentable”.

The Guardian no es propiedad, a diferencia de muchos otros periódicos, de un grupo de inversores de la bolsa que buscan generar ganancias. Por supuesto, debe pensar comercialmente y competir en pos de sobrevivir, pero el periódico se halla en la inusual posición de existir para mantenerse fiel a sus principios periodísticos básicos.

“Hubiese sido algo muy malo para nosotros el reaccionar a las presiones comerciales en una forma meramente comercial”, continúa Porter. “Hemos tenido, por momentos, la idea de lo que el periódico debía ser comercialmente, pero eso siempre se ponía en la balanza con el valor periodístico de lo que el diario necesitaba ser”.

Uno de los desafíos más obvios para Rusbridger, y para todos los demás involucrados, era la nada envidiable tarea de producir la edición actual de The Guardian en el día a día, a la vez que se imaginaba la versión que saldría a la venta dos años en el futuro. “Existían una gran cantidad de dificultades técnicas, por lo que debí volverme un experto en prensas de impresión y color y demás”, recuerda. “También estaba la decisión de si emplear a Mark o ir a buscar una firma externa”.

Decidir trabajar con Mark Porter, no obstante, “no fue terriblemente difícil”. “Mark y yo estuvimos trabajando muy íntimamente por varios años, y creo que es un gran diseñador, por lo que parecía el camino lógico a seguir”.

Mientras el periódico se rediseñaba puertas adentro, Rusbridger se encontró realizando una doble tarea, siendo a la vez “cliente” y editor. No obstante, como la decisión de llevar el periódico al formato berlinés se tomó en conjunto con los gerentes y la junta, no hubo ningún conflicto real entre los lados creativos y comerciales de la firma, tal como Liz Folgan, miembro del fondo Scott, señaló en su momento. “El argumento comercial estuvo tan bien planteado y los motivos fueron tan sobrecogedores, que el fondo estuvo totalmente de acuerdo”.

Pero todavía existía un problema mayor. Las prensas existentes no eran aptas para imprimir en el formato berlinés. El equipo contempló la posibilidad de “recortar”: usar las prensas existentes y cortar el papel excedente, como es costumbre en varios periódicos europeos, pero esta no era una solución viable. En cambio, se decidió reemplazar las prensas (que de cualquier forma deberían ser renovadas en un plazo de 5 años) con tres prensas nuevas capaces de imprimir el nuevo formato.

Si bien Rusbridger había sido informado previamente de que sería imposible construir nuevas prensas en el plazo de tres años, MAN Roland tenía otras ideas. La firma de impresiones prometió construir e instalar las nuevas prensas en 18 meses, más rápido que cualquier otra orden en su historia. Más aún, estas nuevas prensas ColorMan de última tecnología, una en Manchester y dos en el este de Londres, le permitirían a The Guardian imprimir todas sus páginas a todo color, una novedad para un periódico de publicación diaria en Reino Unido.

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“Fue un momento muy extraño en el que sabíamos que teníamos que cambiar, habíamos logrado desarrollar una idea razonablemente clara de lo que queríamos hacer – pero teníamos 18 meses antes de que las prensas estuvieran listas”, dice Porter. “Si no hubiésemos tenido que cambiar las prensas, nos hubiésemos visto forzados a movernos muchísimo más rápido, y no hubiésemos tenido la oportunidad de pensar de una manera tan clara. Esa pequeña ventana de tiempo nos dio la asombrosa oportunidad de poder cuestionarnos todo, de poder desguazar el periódico hasta su expresión más mínima, y reconstruirlo con una forma completamente nueva”.

El cambio de gran formato a tabloide había llevado a otros periódicos de calidad a empezar a adoptar los vicios de los tabloides de “menor categoría”: Una imagen grande en la página frontal, el tono estridente, y opiniones en vez de hechos ocupando la primera plana. Todos estos conceptos resultaban ajenos a la filosofía editorial de The Guardian, y el equipo de editores estaba determinado a reforzar su posición de “periódico inteligente”. “Teníamos un sentido muy fuerte de nuestra propia historia, y queríamos que eso fuera claro en el diseño, pero también queríamos que sea claro que nos sentíamos cómodos con la cultura moderna y la tecnología. Y el diseño existente que teníamos no decía ninguna de estas cosas”, dice Porter.

En lo que al proceso de diseño se refiere, Rusbridger fue proclive a involucrar a los miembros clave de su equipo editorial. “Mark y yo nos sentamos, así empezamos, y lo fui guiando a través del tipo de tono de periódico que quería”, dice el editor. “También hubo días dónde pegamos muchísimos periódicos a las paredes y llamamos a los jefes de departamento para que vengan, pidiéndoles que pongan stickers en los que les gustaban, para así poder desarrollar un sentido de dónde se hallaba el equipo actualmente. Luego Mark se iba a un cuarto oscuro, y volvía con versiones de lo que él interpretaba de lo que yo había dicho”.

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Este enfoque colaborativo continuó durante el proyecto, con Rusbridger involucrándose muy de cerca en cada etapa. Como el gran editor the The Guardian CP Scott escribió en su famoso ensayo de 1921, con motivo de las celebraciones del centenario de The Guardian, y de sus 50 años como editor: “Un periódico, para ser de valor, debe ser una unidad, y cada una de sus partes debe ser igualmente entendida, y responder a los propósitos e ideales que le dan vida. Entre los dos lados debe haber un matrimonio feliz, y el editor y el gerente deben marchar mano a mano, estando el primero, ya bien entendido, solo una o dos pulgadas más adelante”.

“Hubo un momento durante el verano del 2004 dónde lo que tenía era más o menos una hoja completamente en blanco”, recuerda Porter. “Tenía una idea razonablemente clara de cuál era el eje de la cuestión: diseñar un periódico que fuera fuertemente inteligente y serio, recatado pero también muy moderno y contemporáneo. Se trataba de uno de los trabajos de diseño de periódico de mayor perfil en la historia, y obviamente era una cosa maravillosa en la cuál estar involucrado, pero también una muy intimidante”.

En un día normal puede haber unas 40 o 50 personas trabajando en los layouts de The Guardian, algunas de los cuáles son experimentados diseñadores, y otras que no. Para posibilitar que un grupo tan heterogéneo de gente pueda crear un periódico todos los días, es imperativo tener una estructura subyacente bien definida del diseño general. “Lo que usualmente hago al encarar el diseño de un periódico es no enfocarme en tener grandes ideas sobre como se verá el mismo, si no en poner la mirada en los aspectos técnicos, casi en la ingeniería del mismo”, dice Porter. “El diseño de un periódico tiene que ser una suerte de kit de construcción. Le das a la gente un montón de elementos que tienen que ser acomodados en una cantidad casi infinita de formas, pero aún así deben poder poseer una personalidad y una voz consistente y reconocible”.

Para Porter, el punto de inicio de este proyecto fue la grilla. Normalmente el número de columnas se define por las convenciones del mercado de publicidades, pero en vistas de que este era un formato único nunca antes visto en el Reino Unido, no había ningún precedente establecido. “Decidimos optar por 5 columnas, lo que es bastante ancho, pero una de las cosas más importantes de The Guardian es su estilo de escritura, y realmente quería hacer que leer este periódico sea un placer”.

La decisión de encargar una nueva tipografía vino después. “Hay algo sobre la tipografía que realmente establece la personalidad de una publicación”, señala Porter, “así que era muy importante que el periódico tuviera una voz instantáneamente reconocible, pero que también encajara con su nueva filosofía de diseño”. Tras probar cientos de tipografías y estilos, ninguna parecía tener las cualidades necesarias o ser lo suficientemente especial, por lo que Porter decidió trabajar con dos diseñadores. Paul Barnes, de Londres, posee un gran sentido del estilo y mucho conocimiento sobre la historia de la tipografía, los cuáles se complementaron bien con las habilidades del diseñador de fuentes Christian Schwartz, de Nueva York. El resultado fue Guardian Egyptian. “Usar una tipografía con un rango tan algo de pesos nos otorgó la flexibilidad para poder usar una sola fuente en todo el periódico. Esta es una de esas cosas que, creo, le dan a The Guardian un sabor muy especial”.

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El rediseño fue también una oportunidad para volver a pensar por completo la forma en que los editores trabajaban. Una sugerencia de Porter fue incluir muchas más historias cortas para otorgar un contrapunto a las historias largas, ayudando así a la legibilidad.

Los editores aceptaron la idea. Hace 5 o 10 años, los lectores tranquilamente hubiesen podido pasar al menos una hora por día, quizás más, frente al periódico. En el mundo de hoy, es necesario crear una experiencia satisfactoria para personas que tan solo tienen 10 minutos de sobra al día, y una forma de lograr esto es ofreciendo material de diversas extensiones.

Porter también fue proclive a usar la fotografía y los gráficos de una manera que fuera tan fuerte y útil como lo que estaba escrito. En el pasado, la tendencia era escribir la historia primero, y luego buscar una imagen que encajara.

Con este nuevo diseño, Porter buscaba crear un periódico dónde las imágenes funcionaran tanto como el texto, ofreciendo una forma alternativa de adentrarse en el diario a las personas con poco tiempo en sus manos.

“Rediseñar y cambiar completamente la forma al mismo tiempo fue una tarea muy grande para embarcarse, e involucró a muchísima gente que trabajó durante casi 18 meses, pero en verdad fue un proceso muy estimulante y colaborativo con tantas personas cooperando. Nadie nunca trabajó en algo de este tamaño antes, por lo que nos adentramos en esta travesía sin estar realmente seguros de como hacerlo, pero logramos construir algunos buenos equipos, todos trabajando, con Mark en el centro”.

Alan Rusbridger

Al mantenerse fieles a sus valores, resistiendo la tentación de reaccionar demasiado rápido a lo que estaba sucediendo en el entorno, y trabajando como equipo, Rusbridger y Porter tuvieron éxito con un diseño que está completamente a tono con la razón de ser de The Guardian, y con los motivos por los que el fondo Scott fue creado.

“Conseguimos preservar nuestro tono único de voz en un ambiente muy presurizado, y eso es algo muy útil para nosotros de cara a pensar el futuro”, dice Rusbridger.

Tras el lanzamiento del nuevo formato, Michael Bierut hizo la pregunta “¿Puede un diario ser bello y a la vez dar noticias duras?” en el blog Design Observer.

“Creo que es una pregunta realmente interesante, y creo que se puede, pero pierde de vista el hecho de que los periódicos no son más sobre noticias duras,” dice Porter. “Yo obtengo mis noticias duras de la internet, la radio y la televisión.

Al día siguiente, ya no quiero que me cuenten qué sucedió ayer, quiero que me lo expliquen. Quiero contexto y análisis, y ese es el rol que ocupan los periódicos hoy en día.

Para ser capaces de hacer estas cosas, es muy importante que lo hagamos legible, que lo hagamos navegable, pero también que usemos los mejores principios de diseño editorial para ayudar al lector a involucrarse y entender que es lo que está pasando”.

Fuente (en inglés)