Para aquellas personas que aman el cubo blanco y sus enormes variantes

¿Alguna vez te preguntaste qué pasaría si entraras a un museo y no tuvieras información, texto, indicación? Muchas veces pensamos que el museo es un lugar en donde solo el arte encuentra su máxima expresión pero ¿qué pasaría si la tipografía también entrara en acción?

En la relación entre la persona y la obra de arte, hay un momento que siempre me resultó muy interesante. Ese segundo en el cual se ingresa a un museo y se decide cuál sala recorrer primero. Una decisión difícil para quien nunca visitó ninguna muestra y una muy fácil para quien solo fue a ver una exposición en particular.

El museo siempre plantea un recorrido y por tanto, una elección de con qué sala iniciarlo y por cuál terminarlo. A veces el mismo está claramente guiado para que la persona no altere un orden establecido pero la mayoría de las veces cada sala es un mundo diferente que cuenta una historia particular y el rol del espectador es elegir a cuál de todos ingresar.

Algo importante a tener en cuenta es que lo primero que vemos es el título de la muestra y el texto de introducción, éstos suelen motivar a la persona a querer empezar el recorrido y los sitúan en lo que están por experimentar.

Esta es una de mis partes favoritas del recorrido, la sorpresa de cómo se presentará la obra antes de ingresar. Muchas veces fui convencida gracias al   uso tipográfico, que no solo me invita sino que también me explica dentro de la muestra (muchas veces vemos obras pero no entendemos qué son) y al leer el nombre de la obra y la información correspondiente podemos situarnos en lo que estamos observando.

Siempre analizo si estos carteles informativos están ubicados y diseñados correctamente para su función, y cuándo no lo están. Si no entiendo la muestra, termino pérdiendome.

¿Alguna vez te preguntaste qué pasaría si entraras a un museo y no tuvieras información, texto, indicación? ¿Sabrías en qué sala estás parado? ¿Sabrías por dónde seguir?