CARTA DE ODIO

¡Te odio! ¡Te odio! y ¡Te odio! Son las primeras palabras que me brotan desde el fondo de mí ser al empezar a escribir esta carta.

¿Un correo electrónico? Muy formal. ¿Quizás un mensaje de texto? No me alcanzarían los caracteres para en un solo mensaje expresarte todo lo que tengo que decirte y además gastaría dinero.  ¿Facebook? Poca seriedad. ¡Ya está! volvamos a lo tradicional de la carta, ¿Qué mejor que un lápiz y papel? con infinidades ilimitadas para expresarse, en donde vos tomas el mando de todo y le das ese toque personal que las redes sociales y la tecnología te quitan en cierto modo, decidido, será por carta.

Lo que nunca imaginé es la diversidad de criterios que atravesaría horas después.

Quería ser lo más directa y rápida posible , sin embargo, ocurrió todo lo contrario, múltiples dudas e ideas comenzaron a florecer en mi antes de empezar a escribir; Tenía guardado en mi cajón de luz unas hojas amarillentas, papel prensa, afiche  y debajo de ellas unas hojas blancas de impresión, dude por un segundo, si bien las amarillentas daban esa sensación de antiguo y el sentimiento de odio en sí, ya  prevalecía desde tiempos inmemorables opté por el soporte de la hoja básica blanca que se amolda a todo los tipos de contenido; Tenía guardado en mi cartuchera un par de lápices negros junto con unas lapiceras especiales acompañado de fibrones flúor sin olvidar la infaltable pluma que desde el primer momento en que la vi la descarte de primera, la pluma y mi mano zurda nunca fueron buenas amigas y aunque logré entablar una armonía de escritura entre ambas sabía que no era una buena opción cuando se trataba de escribir «“temas sentimentales”» así que solo agarre mi lapicera favorita y junto con las hojas me trasladé a mi escritorio.

Pánico, terror, y ansiedad me generaba ver esa hoja en blanco, desnuda y sin sentido frente a mí, ahora una nueva controversia aparecía ante mis ojos: ¿Qué tipo seria la adecuada a mis necesidades? Era descartada una familia tipográfica en sí, asumiendo que opte por escribir a mano así que agradecí haber tomado esas clases de Caligrafía, algo abstracto pero a la vez legible, si, estaba decidido.

Empiezo. ¿Por dónde empiezo? No quería especificar fecha ya que el sentimiento prevalece y seguiría prevaleciendo por siempre; Ahora al contexto de la carta , Un «¡Te odio!» es demasiada abreviación así que mejor escribir las razones que me llevaron a ello, la infaltable mayúscula al comienzo de la oración no falto al comenzar a escribir que, inconscientemente, broto de mi sin necesidad de replanteármelo ( está bien, podrá ser una carta de odio pero eso no quita la buena gramática) utilicé un ritmo normal para no generar manchas ni deformaciones no deseadas, un tamaño de 13 puntos aproximadamente para hacer de la lectura algo llevadera y fácil de leer y una distancia considerable para que no se empaste; Todo iba fluyendo a medida que tocaba con la punta de mi lapicera la hoja hasta que llegó el momento de darle un cierre.

Se terminó, puse mi nombre como firma y después de leerlo varias veces y percatarme de la ausencia de faltas de ortografía note una agradable sensación por mi gran obra maestra y fue ahí, justo ahí, en donde me di cuenta que iba a ser recibida a un destinatario que quizás ni se tome la molestia de leerla o peor aún que ni siquiera valore  todo ese esfuerzo y dedicación previa a esta hermosa carta de odio, entonces supe (mientras acercaba la carta hacia mi pecho) que era ahí donde pertenecía.