El oficio que desaparece

La palabra “oficio” es de origen latín officium, término que a la vez deriva de opifficium: formado por las raíces opus, que significa ‘obra’, facere, que significa ‘hacer’ y el sufijo io, que quiere decir ‘acción y efecto’. Así, un oficio es la acción y efecto de hacer una obra. Podría referirme a muchos oficios […]

La palabra “oficio” es de origen latín officium, término que a la vez deriva de opifficium: formado por las raíces opus, que significa ‘obra’, facere, que significa ‘hacer’ y el sufijo io, que quiere decir ‘acción y efecto’. Así, un oficio es la acción y efecto de hacer una obra.

Podría referirme a muchos oficios que desaparecieron o están siendo olvidados, en su gran mayoría, al ser reemplazados por nuevas herramientas tecnológicas. Dada la materia, quiero hacer hincapié a la Imprenta y el trabajo del tallerista.

La invención de la imprenta hizo posible la multiplicación de textos en la Edad Media, cuando la edición de libros estaba muy restringida, revolucionó la cultura al ampliar el número de lectores potenciales, al multiplicar el número de libros y reducir su costo, por lo que la alfabetización recibió un impulso enorme. La imprenta supuso la revolución más importante en contra de los poderes absolutos (monarquías e Iglesia) ya que extendió el conocimiento, algo que estos poderes guardaron para sí mismos durante los diez siglos que duró la Edad Media.

Johannes Gutenberg fue pionero en introducir una imprenta con caracteres de metal que formaban un abecedario perfecto. Esto supone un gran adelanto, ya que da resistencia y precisión a las letras. Estas eran móviles, intercambiables y reutilizables, por lo que se podían crear copias de los manuscritos en un periodo de tiempo más corto de lo habitual.

Luego, el reemplazo de la prensa manual de Gutenberg por las máquinas rotativas a vapor permitió la impresión a escala industrial, la cual ha llegado, “perfeccionada”, a nuestros días.

Quiero referirme particularmente a la imprenta manual, de la cual estudiamos actualmente en materias como tipografía e historia. Cuando leemos sobre esto hacemos un recorrido en la historia, una linea de tiempo donde nos muestran los “avances”, “mejoras” y procesos que fue teniendo la imprenta para convertirse en lo que es hoy en día. Sin embargo, hay personas que siguen teniendo talleres, realizando sus trabajos como en aquellas épocas y prefiriendo los tipos móviles. Algunas de estas personas (además de imprimir) realizan workshops, dan talleres y enseñan: ya no desde el libro o la lectura, sino desde la acción y el efecto de hacer una obra -retomando la definición del oficio-.

Para ser sincera, siempre vi estos talleres como algo “de moda” -todo vuelve, lo vintage, etc-; pero ¿por qué no pensarlo como una decisión?, como una preferencia. Nada más enriquecedor que poder aprender accionando y no sólo leyendo, poder elegir realmente qué técnica de impresión preferimos conociéndolas todas (en la medida de lo posible) y saber cuál es realmente la indicada para un determinado diseño.

Más allá que las formas de impresión actuales seguramente nos brindan otro tipo de comodidad, dudaría en llamarlas “avances”, “mejoras”: ya que el tiempo no garantiza “perfección”. O por lo menos, ¿cómo saberlo si sólo aprendimos de las anteriores a través de apuntes? 

Me da esperanza saber que hay personas curiosas queriendo descubrir y experimentar con técnicas del pasado porque, de alguna forma, eso habla del futuro.