Información intangible

Lo que voy a escribir a continuación es meramente una opinión, una percepción personal que sale a flote cuando se menciona o se toca el tema de la vorágine tecnológica que nos envuelve constantemente en lo cotidiano y el desacrédito que recibe; y si bien se aleja bastante del uso tipográfico en el tema que me tocó tratar, se suscita desde una idea que viene siempre a mi cabeza; la falta de interés en la información.

 

Periódico como objeto

El periódico (o “diario” como se le dice en el barrio) fue durante muchas décadas la principal fuente de información, y hasta de comunicación, en la sociedad. Sin embargo no voy a ahondar en la historia del papel prensa o alguno de sus derivados ni mucho menos, sino centrarme en su desplazamiento de su función como un mero transmisor, una vía, un soporte, para pasar a transformarse en un objeto arraigado a la sociedad en sí; quitándole prestigio y demeritando cualquier otro medio escrito. Pues bien, luego del largo recorrido que ha hecho en su función a través de la historia ya hoy en la actualidad la marcada institucionalización y comercialización de los mismos los ha convertido en el producto con el que lucra el poseedor más “fiable” de lo que acontece el día a día. El tiempo y la costumbre le ha dado al “nombre marca” el peso necesario para quedar arraigado y fundido a los cimientos de lo cotidiano, y así, forjarse junto a la interpretación de la realidad que tienen la mayoría de los individuos. Y sucede que, al momento de querer leer y nutrirse de cualquier otra fuente (puntualmente me refiero internet) comienzan a surgir dudas respecto de su procedencia; del misterio y la desconfianza que evocan el anonimato y la vasta e interminable cantidad de voces que permite ese medio y no pueden ser acalladas ni, a su vez, desmentidas. Las posibilidades que acarrean la «desmaterialización» de la información permiten multiplicar el abanico de respuestas a preguntas que todavía no han sido formuladas.

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Casi de ciencia ficción

Una vez leí por ahí un texto que decía algo así como, “si tuvieras que explicarle lo más extraño del presente a una persona de más o menos 1980, ¿qué sería?” Y la respuesta era: “Yo, poseo un aparato del tamaño de mi mano, con total y libre acceso a toda la información conocida por el hombre, el cual uso para mirar videos de gatitos y discutir con extraños”. Y creo que eso es justo eso lo que pasa en nuestra época. A pesar de que a la mayoría de las instituciones ya no les interesa ni tienen como deber el informar sino lucrar con la información, no existiría la oferta si no hubiese demanda; un público abocado al sensacionalismo o a la falta de interés da lugar a que pequeñas ideas llenas de contenido pasen desapercibidas entre tanto grito amarillista que muchas veces roza la morbosidad. Es entonces que el problema radica donde las personas ven a esa como la única realidad; mientras que, por el contrario, darse cuenta del potencial de las herramientas que existen hoy por hoy es ya el primer paso para estar a la altura de las circunstancias. Creo que el libre contacto entre emisor y destinatario que ofrecen los medios digitales, despojado de filtros, embudos, intereses e intermediarios, aún no se lo aprovecha en su totalidad ya que surge tan espontáneamente que hasta podría estar significando un cambio de paradigma en el manejo de la información. Y que sólo faltan ganas. Sea cual fuere el tema a tratar, desde ciencia hasta noticias, desde arte hasta tecnología, comienza a tomar peso en uno mismo el saber que siempre existe la opción de qué elegir y de tener dónde buscar, y así poder construir mejor un fragmento de nuestra realidad, que ésta es, la que se hace entre todos.

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Para cerrar dejo este video de Isaac Asimov de 1988 que fue el disparador de toda esta idea en el que habla sobre el impacto que tendría Internet en el futuro y que, básicamente, da una visión de cómo se viven las cosas en esta época.

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