Del mapa mental al caos

¿Qué debo comunicar? ¿A quién? ¿Cúal es la pieza gráfica más adecuada para esto? ¿Cómo la debo diseñar para que se entienda el mensaje elegido? Son muchas las variables las que componen un proyecto gráfico y estas preguntas estuvieron, y estarán, siempre dando vueltas en nuestras cabezas. Sin embargo otra pregunta se sumó a esta y también se quedó dando vueltas adentro de mi cabeza: ¿Cual es mi proceso para diseñar?

Es cierto que existen tantas maneras de diseñar como hay personas en el mundo, pero ¿Cúal es el la manera más efectiva de hacer esto? ¿Cómo sucede el proceso creativo? Otros más megalomaníacos, como yo, aún se preguntarían ¿Cúal es la manera de tener una idea que pueda de verdad romper los parámetros? o sea ¿cómo no terminar haciendo lo mismo que está en Behance?

Pues bien, ahí fui yo a investigar sobre el proceso creativo. En general empezamos com una análisis del “problema”, después evaluamos y selecionamos material referente de como estos problemas fueron solucionados y finalmente nos ponemos a hacer el proyecto. Hicimos básicamente esto todo el año. Leyendo así es re lineal y racional todo, no? Parece que vamos a terminar repitiendo lo mismo que está puesto adelante de nuestros ojos, no? Les cuento que es bastante probable que sí y ¿saben cuál es la razón? Nuestro cerebro es igual que nosotros… ¡le da fiaca!

El siempre busca acotar caminos y opta por simplificar cosas, situaciones y objetos poniéndolos en construcciones mentales ya existentes. Es la manera más natural de percibir el mundo y se llama percepción involuntaria. No es por casualidad que si mirarmos las páginas de nuestros trabajos en la cátedra, nos suene todo casi igual. Es mucho más fácil estar en una zona cómoda de producción que proponer algo nuevo, no porque seamos vagos, pero porque es un proceso natural del cerebro.

Nuestro proceso creativo como diseñadores necesita justamente de lo contrario. La percepción voluntaria, o sea, aquella que el cerebro entiende como error perceptivo y que a nosotros nos aterra, porque salimos de nuestra zona de comodidad, es lo que debemos buscar. Es ella que nos aleja de la repetición y que evita una visión estereotipada.

Pero ¿cómo? La solución es el caos. Sacarnos a nosotros y a nuestros cerebros de posibles asociaciones obvias. Cuanto más caos mejor. Debemos sí seguir con el análisis, con la selección y con la evaluación de referentes. Pero en un momento hay que abandonar la computadora, ir al parque más cercano y empezar a asociar nuestra revista con el formato de las nubes y las familias tipográficas con la manera como los perros huelen el piso antes de hacer pis. Así volvemos nuestro pensamiento en algo impulsivo y expresivo que va a integrar informaciones que poco o nada tienen que ver con la solución del problema. Nos salimos de la inercia, damos saltos y creamos nuevas direcciones. Otra manera de hacer esto, de crear el caos, es aprovechar más del taller. Imaginen todas estas conexiones caóticas que cité arriba multiplicadas por 30, 40 cabezas creadoras… Vamos a dominar el mundo. (¡Y viva la megalomanía!)